domingo, 8 de septiembre de 2019

Copenhague: paraíso danés II


Mientras estaba allí quise intentar impregnarme del conocido hygge, lo que se conoce como el secreto de la felicidad de los daneses. No sé si lo conseguí, pero me dije que algún día tendría que leerme un libro sobre el tema y volver a la ciudad de Copenhague a enamorarme de nuevo de cada uno de sus rincones. Me encantó ver cómo los habitantes de la ciudad se reunían frente a uno de los canales con los amigos y donde, a pesar de la cantidad de gente que había, se sentía una paz increíble. Cruzamos un puente que al poco cerraron el paso ya que se iba a "levantar" para dar paso a un barco, descubrimos Christiania, vimos los soldados del palacio de Amalienborg, me enamoré de la cúpula de la Iglesia de mármol (amo su nombre en danés: Marmorkirten), la fortificación militar llamada Kastellet,  la famosa estatua de la sirenita en honor al autor del cuento: Hans Christian Andersen y recorrimos gran parte de la ciudad en bici. El poder hacer esto siempre es un plus para cualquier lugar.

El último día, y algo rápido, también fuimos a ver el famoso Tivoli. Reconozco que me decepcionó bastante y creo que es porque fui con las expectativas al 200% ya que casi todo el mundo que me hablaba de Copenhague me hablaba maravillas de ese lugar. Creo que el problema fue ir con prisas y el calor, ya que la mayoría de las personas que conozco que han ido lo han hecho durante Navidad. Estando en el Tivoli hablamos con un chico de allí y nos comentó que para los de la ciudad había perdido algo de encanto ya que se había vuelto algo demasiado turístico y los de la ciudad solo iban en ocasiones especiales como cumpleaños.

La famosa sirenita también me decepcionó. Además, estando allí haciendo fotos frente a la estatua fui plenamente consciente del turismo masivo del que yo también estaba siendo culpable y partícipe. De ello habla muy bien Eva Morell aquí

Como ya dije en la otra entrada sobre Copenhague, me declaro una gran enamorada de esta ciudad. ¡Volveremos a vernos!


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