domingo, 1 de septiembre de 2019

Copenhague: paraíso danés I


Sé que llevo un tiempo desaparecida de este rincón pero, a parte de algún problemilla con la tecnología, la vida me ha llevado a una nueva ciudad y necesitaba adaptarme. ¡Pero ya he vuelto de este periodo de letargo! Echaba de menos venir aquí, sobre todo porque tengo un montón de fotografías pendientes. También tengo muchas ganas de escribir y compartir de vez en cuando alguna reflexión. ¡Quizá por ello haya vuelto con septiembre! Porque para mí es "el segundo enero" de cada año, lo que significa que tengo hasta una lista de propósitos y uno de ellos es ser constante con este blog. ¡Y espero conseguirlo! :)

Copenhague es un paraíso del que me enamoré. Fue un amor a primera vista y que, como si se tratase de un amor de verano, se ha clavado en lo más hondo de mi corazón. Tenía muchísimas ganas de venir a esta ciudad, ¿la razón? La primera vez que vi imágenes de los edificios de colores de Nyhavn sabía que tenía que ir ahí. Una vez que ya teníamos los billetes de avión y el alojamiento tenía miedo de que la ciudad me decepcionase. ¡Iba con las expectativas demasiado altas y no sabía cómo bajarlas! Pero lo cierto es que me quedé maravillada con su arquitectura, sus inmensas zonas verdes, la facilidad de moverse por ella en bicicleta y la amabilidad de su gente. Respecto a la comida tengo que decir que no fue un viaje muy gastronómico pero como amante del queso que soy... ¡fue un placer descubrir la cantidad de sándwiches que hacían y todos con queso y mantequilla! También disfruté mucho de su salmón y de sus cinnamon rolls.
La primera parada fue la estación central de ferrocarril y, de verdad, ¡es espectacular! Se nota que es una construcción de principios del siglo XX y que han sabido mantener su magia. Aunque no entienda nada de danés aprendí algunas palabras básicas para poder entender la cartelería de la ciudad. Si tuviera todo el tiempo del mundo, posiblemente intentaría aprender un poco más.

Como ya he dicho antes, la principal razón de visitar esta ciudad era: Nyhavn. Y lo cierto es que el lugar tiene alma propia, tanto si vas de día como de noche. Tuve la suerte de poder visitarlo cada día de los días que estuvimos allí. Nos hicimos un montón de fotos y no podía creer que estuviera ahí viéndolo con mis propios ojos. Deseé muy fuerte captar cada detalle en mi retina para no olvidar nunca la sensación de que todo aquello real. De haber sabido pintar seguramente hubiera sacado mis brochas y me hubiera puesto a dibujar aquella maravilla.

Sin duda, otro de los rincones que más me cautivaron de la ciudad fue Ørstedsparken, uno de los parques más bonitos en los que creo que he estado en mi vida. El lugar es un pulmón verde en mitad de la ciudad con patos y un montón de esculturas. También tienen un Jardín Botánico increíble y ambos son de entrada gratuita.

El mercado de Torvehallerne fue otro de los grandes descubrimientos. Y, aunque aquí en España hay un montón de rincones parecidos, ese es diferente y lleno de una de mis perdiciones: los dulces. También me gustó mucho el Castillo de Rosenberg, el exterior y los jardines donde se encuentra son visita obligatoria. Gråbrødretorv es una plaza donde me hubiera quedado tomando algo todo el día y disfrutando de un buen libro.

Copenhague fue un paraíso tan bonito que una entrada se queda corta. ¡Pronto la siguiente!





















1 comentario :

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