domingo, 25 de febrero de 2018

Santiago, me has enamorado

Lo mío es puro amor por Galicia. Soy una enamorada de su acento, sus paisajes, sus gentes y su deliciosa gastronomía. Además, ya me gustaba esta tierra sin haberla pisado. Así que cuando la vi con mis propios ojos entendí que lo mío era amor a primera vista.

Nuestro campamento base era la ciudad Santiago de Compostela. Ir en verano a una ciudad con climas tan agradables en pleno agosto es un regalo para una persona que ama la playa pero se lleva bastante mal con el exceso de calor del Mediterráneo. Poder dormir arropada en pleno agosto, era algo con lo que soñaba y que allí pude hacer realidad. 

Estuvimos en los últimos días de las fiestas de la ciudad, por lo que pudimos verla tanto en fiesta como en su rutina diaria. El casco antiguo es precioso. No sé cuántas veces lo recorrí, pero es espectacular. Además, que me parecía muy curioso ver a peregrinos de tantos lugares y tan diferentes edades recorrer la ciudad. Ahora uno de mis propósitos futuros es hacer en algún momento el camino con cámara en mano para sentirlo. Dicen que es bastante duro, pero creo que tiene que valer la pena hacer algo así.

Seguramente los habrá mejores, pero mis dos lugares favoritos para comer o cenar son A taberna do obispo y El Papatorio, ambos en Rúa do Franco, en el casco antiguo. De Galicia no te puedes ir sin probar su pulpo a feira, su caldo gallego, sus pimientos de Padrón, su queso de tetilla o su tarta de Santiago. Y solo estoy nombrando algunos de sus platos. 

Un día amaneció con una niebla enorme, aquello parecía Silent Hill. Aunque hacía bastante frío, aproveché para hacer fotos a unas gotas del rocío que se habían quedado pegadas a unas telas de araña. 

No sé cuándo volveré a verte Galicia, pero sé que volveré porque fue maravilloso descubrirte y saborearte.
































































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