Perdí la cuenta de las fotos que hice a la catedral y de las veces que crucé el bonito parque de San Francisco. Además, cada vez que pasaba por él no paraba de preguntarme cómo podía ser que siendo pleno de verano el césped fuera tan verde y hubiese tantas flores. Pero supongo que la causa es la misma que la que nos contaron en Galicia: la lluvia. Para una persona que vive en puro clima mediterráneo, ver verde natural en pleno verano me parece algo mágico. Además, que a mí el norte mi tira y me atrapa como si de un imán se tratara.
Oviedo fue nuestro campamento base durante nuestra bonita escapada a tierras asturianas. La ciudad es una pura maravilla con un montón de planes, arte y rica gastronomía: comí fabada un par de veces, probé el pastel de capracho y redescubrí mi amor por el queso.
Aunque la ciudad nos trató muy bien me quedé con ganas de visitar el teatro Campoamor, ya que cuando fuimos ya no les quedaban entradas, y de ver uno de los cuadros de Sorolla en el museo de Bellas Artes, pero justo lo habían cedido a una exposición que tenía lugar si no recuerdo mal en Avilés. ¡Espero que la próxima vez pueda hacerlo! Si vais a la bonita ciudad de Oviedo, no os perdáis la oportunidad de visitar el museo que además es gratuito y que además os ofrecerá unas vistas preciosas a la plaza de la catedral.
La catedral de Oviedo me dejó fascinada, sobre todo por dentro, y por como las vidrieras dejaban traspasar la luz llegando a dibujar arco iris en algunas columnas. Además, sorprende que para ser una catedral únicamente tenga una torre, cuando lo normal es que tengan dos. Oviedo fue tan bonita, que me es imposible hacer una sola entrada de ella.
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